Dairio el Ferrocarril, explotación del Salitre.


La gran lección que nos entrega la explotación del salitre, es la nula previsión que se tomó para proteger el desarrollo de este territorio.
Cuando murió el salitre, como producto de primera exportación murió también de alguna manera el norte como se conocía hasta esa época, murió la vida comercial e industrial que se desarrollaba con entusiasmo y vivacidad en estas tierras desoladas. Las personas debieron emigrar nuevamente, esta vez de regreso al sur.
Las calles comenzaron a quedar vacías y los cerros y salares que una vez valieron una guerra, ya no representaban ninguna utilidad, excepto recordarnos nuestro propio pasado, en que veleros y vapores esperaban pacientemente su turno de ser estibados en los puertos del norte.
Pero muchos historiadores reconocen los años del salitre como “prósperos”. Acaso entonces entendemos que la prosperidad para la región y su gente en esa época fue comprar casimir en las pulperías o zapatos elegantes que hacían juego con el color de los ternos que llegaban en serie a los estantes de sastrería de esos abusivos comercios de la pampa.
Cuánto dinero del salitre se fue de esta tierra para convertirse en mármol elegante en alguna mansión santiaguina de la plaza Italia arriba. Cuánto salitre costaron los palacios de verano de Viña del Mar, que competían en opulencia y lujo, con las más finas mansiones europeas. Contrastando así brutalmente con las humildes casas de la pampa o las ciudades costeras que vivían del embarque del hasta entonces irremplazable oro blanco.
Cuánto dinero quedó para siempre en los castillos ingleses o en las opulentas fiestas y salones del Hotel Ritz sede recreacional de John North, el rey del salitre chileno. O en las elaboradas arquitecturas de las mansiones de los comerciantes y banqueros salitreros de Nueva York, que también ganaron de estas riquezas chilenas.
Podemos hoy excusar a esos chilenos que teniendo el poder, no supieron visualizar el futuro sin el salitre y pensaron que su utilidad y precio sería eterno. Podemos excusar su desidia a estos territorios inexplorados ocultos, solitarios, constantemente ensangrentados y tan alejados de su cultura de hombres de campo en que el verde de los árboles aparecía a cada segundo en sus memorias de huasos santiaguinos.
Esas autoridades, esos chilenos del centro, ganadores de una guerra, poco y nada tenían en común con el norte, es más, muchos de sus hijos y nietos habían muerto defendiendo un territorio que hoy solo les debía la vida de sus familiares.
Esas autoridades esos chilenos los pensadores e intelectuales de esa época pueden estar escusados por su ceguera histórica, no pensar en el futuro y ver solo a Chile como un país que empezaba en Copiapó y terminaba en el Archipiélago de Chiloé. Ellos obtuvieron lo mejor que se pudo de un territorio hostil que poco o nada les significó.
Pero esa misma condescendencia histórica no se puede tener actualmente con quienes dirigen y piensan la región y el país, así como con nosotros mismos que habitamos estas tierras y hemos en la actualidad, generado un sentimiento cultural propio. Así como la más variada representación en los más distintos campos del quehacer nacional.
La tragedia del salitre se yergue como un fantasma calichero que rechina cada cierto tiempo en nuestros oídos, a cada paso y recorrido que damos por el desierto. Allí están estos metálicos huesos de ballena calichera nortina oxidándose con los aires de la camanchaca. Allí están los adobes heroicos desmoronándose silenciosos y callados de regreso al mundo de arena y ripio que los vio nacer.
El pasado tiende a recordarnos el futuro, ya se escribía en el diario “El Ferrocarril” que la región se había transformado “En una especie de pequeña parte de la India Inglesa usufructuada por una multitud de sociedades anónimas organizadas fuera de Chile, sin ningún interés nacional, dejando a la nación una soberanía más nominal que real”.
Además el propio presidente Balmaceda decía en un discurso pronunciado en Iquique “La propiedad particular es casi toda de extranjeros y se concentra activamente en individuos de una sola nacionalidad. Preferible sería que aquella propiedad fuera también de chilenos”.
El salitre, su historia y sacrificio nos dice hoy que después de 70 años de cobre debemos generar un debate ciudadano, como se hizo en el pasado con grandes luchadores tales como: Eduardo Frei, Salvador Allende, Radomiro Tomic, Jonás Gómez, Andrés Savella, José Papic, Héctor Rojas Albornoz, Gonzalo Castro Toro, Ramón Silva Ulloa, Juan Luís Mauras, que aborden con valentía y transparencia nuestro futuro junto al cobre y después del cobre. No debemos ni podemos cometer el mismo error dos veces, la región, el país, nuestros hijos y nietos nos pedirán más temprano que tarde cuenta de nuestras acciones… y esta vez no tendremos excusa.

La Guerra del salitre, imágenes

http://www.youtube.com/watch?v=xb-ybZhweI8

Bibliografía

http://www.puntofinal.cl/555/chileybolivia.htm

http://es.wikipedia.org/wiki/Guerra_del_Pac%C3%ADfico

http://www.clarin.com/diario/2004/01/17/i-02202.htm

Territorios después de la Guerra del Salitre


¿Por qué los alemanes lo llaman Salpeterkrieg (Guerra del Salitre)?


Durante años, el desierto de Atacama (al sur de Bolivia y al norte de Chile) fue despreciado por ambos países. Pero todo esto cambió al descubrirse que habían importantes yacimientos de Salitre. Hubo dos tratados de límites. El último, firmado por los presidentes Federico Errázuriz y José Tomás Frías, fijaba al paralelo 24 grados latitud sur como límite entre los dos países. Además, como ya se menciona en el ORIGEN DE LA GUERRA DEL SALITRE, Bolivia se había comprometido a no subir durante 25 años las contribuciones que pagaban las industrias chilenas establecidas en su territorio.

En Antofagasta (perteneciente a Bolivia), se instaló la Compañía de Salitre de Antofagasta, de capitales chilenos que, el 1° de mayo de 1872, inició las exportaciones de "oro blanco" a Europa.

Más al norte, Perú puso en vigencia una ley (el 28 de marzo de 1875), mediante la cual expropió las oficinas de Tarapacá, pagando a sus antiguos propietarios con certificados. . En 1879 el presidente boliviano Tomás Frías fue derrocado por un golpe encabezado por el general Hilarión Daza. Este decretó un nuevo impuesto de 10 centavos por quintal de salitre exportado. La Compañía de Salitre de Antofagasta se negó a pagarlo. Entonces Daza ordenó el embargo y remate de esa empresa. El gobierno chileno salió en defensa de los capitalistas nacionales. Rompió relaciones con Bolivia y el día señalado para el remate, 200 soldados al mando del coronel Emilio Sotomayor ocuparon Antofagasta, impidiendo la subasta. El 1º de marzo, Bolivia declaró la guerra a Chile. Otro tanto hizo Perú, que en 1873 había firmado un pacto con Bolivia. El 5 de abril, Chile declaró la guerra a los aliados. Hacia fines de 1879 Tarapacá quedó en manos de las tropas chilenas.Pero en la región se libraba otra guerra secreta. Sus protagonistas era dos ingleses que no usaban fusiles ni cañones. Sus armas consistían en la especulación y la falta de escrúpulos.Uno era Robert Harvey, que había llegado a Tarapacá en 1874. Poco antes de la ocupación de esa provincia por los chilenos, el gobierno peruano lo había designado Inspector General de Salitreras. En 1880, fue confirmado en ese cargo por el gobierno de Chile, otorgándole amplias atribuciones. Recibía sueldo de los dos países y a ambos entregaba informes falsos.El otro británico, John Thomas North, llegó a Chile en 1866 con 10 libras esterlinas en los bolsillos. Trabajó como mecánico en la maestranza ferroviaria de Caldera. Después se trasladó a Tarapacá, donde se asoció con su compatriota Harvey. Ellos aprovecharon la caótica situación producida por la guerra y con triquiñuelas y engaños compraron certificados que el gobierno peruano emitió al expropiar las oficinas salitreras, cuando se cotizaban a un 11% de su valor nominal. Pudieron hacer esas compras gracias a los generosos créditos que les otorgaron los bancos chilenos Edwards y Valparaíso.

Aún no finalizaba la guerra cuando el gobierno chileno de Federico Santa María decretó, el 28 de marzo de 1882, la entrega de títulos de propiedad definitiva a quienes tuviesen certificados salitreros. Así fueron entregadas a particulares más de 80 oficinas. Otras 71 quedaron -provisoriamente- en manos del Estado chileno.Algunos tenedores de certificados, como John Thomas North, Robert Harvey, la Casa Gibbs y otros capitalistas ingleses, pasaron a ser propietarios de las más importantes y ricas oficinas salitreras, controlando la industria del nitrato y transformando el norte grande chileno en una factoría británica.John Thomas North se convirtió en el “rey del salitre”, uno de los hombres más ricos del mundo.
La "Historia oficial" llama Guerra del Pacífico, al conflicto bélico que se desató (1879 a 1883) entre Chile, Perú y Bolivia, esto, para coultar la verdadera causa; el salitre.
Pero historiadores alemanes, le dan el nombre correcto a este conflicto; Salpeterkrieg (Guerra del Salitre)

Origen de la guerra del salitre



A fines del siglo XIX, Chile y Bolivia disputaron territorios por su riqueza mineral, de gran demanda en Estados Unidos y Europa. Ambos países tenían la zona dividida hasta que, en 1874, Bolivia pidió a Chile que cediera sus derechos sobre la zona de mar ubicada entre los paralelos 23 y 25 a cambio de ventajas impositivas y de mantener los precios durante 25 años. Pero cuatro años después la nación del Altiplano subió 10 centavos el quintal de salitre importado por los chilenos y remató las salitreras.Bolivia se alió en un pacto de defensa común con Perú, con el que compartía la explotación de guano. El 14 de febrero de 1879, las tropas chilenas desembarcaron en Antofagasta, entonces de Bolivia, y se dio inicio a la Guerra del Pacífico. Hubo enfrentamientos en mar y tierra hasta que los chilenos ganaron la batalla de Tarapaca. En 1880 el ejército boliviano fue derrotado en Tacna y las tropas peruanas abandonaron Arica. Así, Bolivia perdió la salida al mar y Perú, la zona vecina a Arica. En el conflicto, Argentina se mantuvo neutral.En 1884, Bolivia firmó una tregua indefinida con Chile. En 1929, Chile y Perú negociaron un acuerdo de tratativas mutuas ante cualquier reclamo boliviano. En 1975 y 1978, fracasó el diálogo entre las dictaduras de Chile y Bolivia para darle salida al mar a este último.